Devociones a la Virgen María

Virgen del Perpetuo Socorro

"Dejándonos mirar por el Icono de
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro"

1. Ante todo icono hay que ponerse en actitud orante, receptiva, dejándonos mirar y sintiéndonos amados. La meditación que proponemos es apenas un atisbo; luego cada uno debe seguir su camino "de baluarte en baluarte, hasta ver a Dios en Sión".

Teniendo el icono ante los ojos de tu corazón haz algo muy sencillo y hasta puede parecerte tonto: mira el rectángulo de madera sobre el que está pintado el icono como si tuviera los cuatro puntos cardinales, con el norte encima de la cabeza de María, el este a la derecha del Niño, el sur bajo las sandalias de Jesús y el oeste a tu izquierda. ¡Gracias!

2. El icono de Nuestra Señora de la Pasión, proviene de la isla de Creta, siendo allí la "patrona de los navegantes". Fue traído a Roma por un mercader que lo había robado y después de muchos avatares fue rescatado del olvido, desde la capilla privada de los agustinos irlandeses por el redentorista Miguel Marchi. De ahí en más la Congregación del Santísimo Redentor difundió con gran cariño la imagen y su devoción.

3. Un icono no es para escrutarlo profanadoramente, sino para descubrir nuestro propio itinerario vital y espiritual dejándonos interpretar y mirar. Nuestro camino espiritual es un itinerario guiado y conducido por el Señor. Uno de lo más importantes descubrimientos en nuestro camino de vida es consentir en dejarnos conducir por el Señor: la pasividad activa.

4. Día, año, toda la vida, son distintos "espacios" de tiempo que tienen analogías entre ellos:

díaañovida
amanecer / mañanaprimaveranacimiento / juventud
mediodíaveranomitad de la vida
tarde / atardecerotoñomadurez
anochecer / nocheinviernoancianidad

Un día es como una vida en miniatura: tiene un amanecer, un ir avanzando hacia la plenitud del día; el mediodía/ el mediodía de la vida con su plenitud de posibilidades y, sus demonios ; un atardecer/ envejecer; un morir/ anochecer.

También nuestra vida cristiana sigue ese ritmo: es adviento y espera, naciendo juvenil y primaveralmente; llegando a la plenitud de la madurez; sufriendo el despojo otoñal y desertificante del envejecimiento que desemboca en el anochecer invernal

5. Este icono lleva inscrita la historia de la salvación. Recorriéndolo comenzando por el "norte" y en el sentido de las agujas del reloj, iremos desgranando el misterio Pascual de Cristo y de la Iglesia en María, que son espejo y patrón de los misterios que vamos desgranando en nuestra propia vida renacida pascualmente en el Bautismo. Evidentemente que para encontrar el frío y el invierno en el "polo norte" del icono debemos "trasladarnos" y "situarnos transculturalmente" en el hemisfero Norte. Allí hay frío, oscuridad, noche. En invierno, en el polo, la noche es continua. Allí se está a la expectativa de la luz: es como un gran Adviento. Adviento de toda la humanidad. Adviento de y desde la creación. En el Sur hay calor y vida. En Oriente nace el Sol, nace la vida. En el Oeste, en Occidente se pone el sol

6. En el centro de nuestro icono tenemos representada la Alianza inquebrantable sellada con la Pascua; Dios en Cristo se hizo nada, se anonadó. Tanto, que se hizo pequeño para engrandecernos. En el centro, la humanidad resucitada y transfigurada en María, primicia de la Nueva Creación, ofrece una mano como trono y a la otra se aferra Jesús. Alianza inquebrantable que muestra en qué consiste ese admirable intercambio cantado por la Liturgia: Dios se hizo pequeño y sin ya nunca soltar la mano aliada, se vació tanto que en su amor nos hace indispensables, se aferra a nosotros, nos engrandece, en él, con él y por él. Son difíciles de hallar las palabras. Dios Hijo, el Logos del Padre, se humanó y anonadó para engrandecernos y divinizarnos. María, -la Iglesia- en el icono, ya está transfigurada, ya tiene figura de resucitada. Jesús en cambio, aferrado a Nuestra Señora, mira los instrumentos de su Pasión sostenidos por los ángeles El Espíritu Santo de la Anunciación y de Pentecostés es fuego que tiñe de rojo el manto de María. Volvamos al Norte: no hay nada, sólo espera, noche, ¿muerte? ¡No! ¡Adviento!

7. En la frente de la Virgen, Cruz y Estrella están presentes :¿será cruz, será estrella? ¿Estrella y cruz: se persiguen, se superponen? ¿No será la estrella del Esperado de las naciones, del Mesías? Esa que vieron los magos de Oriente. La vigilia de la humanidad que dura desde la creación toca a su fin: nace el Mesías, el Cristo. Empieza a clarear. La noche interminable está ya acunando la aurora del día sin ocaso.

8. Nos hemos trasladado así al Este, al Oriente. El Este está en primavera, ya es Pascua de Navidad. Es bueno recordar que el antiguo lenguaje cristiano reflejaba la unidad del Misterio. En el Este está el Señor. El Adviento ha cedido su lugar a la inefable Presencia: ya es Navidad y, el Niño está mirando la Cruz y los instrumentos de la Pasión: "por nosotros y por nuestra salvación".

La Cruz la sostiene y se la muestra uno de los ángeles que el Padre envía para consolarlo. En otras reproducciones de este nuestro icono aparece representada, engarzada en la cruz, la corona de espinas. El segundo ángel sostiene el cáliz, lanza e hisopo. Son ya todos los instrumentos de su Pasión: "para eso he venido ", "si el Hijo del hombre no muere "

9. El cuerpo del Niño no parece quieto, semeja un gran río, ¡de gracia!, que desciende hasta pisar tierra. Su vestido es color tierra, con reflejos dorados que denotan la divinidad y ceñido con el rojo del Espíritu Santo. Estamos ya en el Sur, en la madurez del verano. ¿Observaste atentamente las sandalias? Ves que una está bien ceñida al pie, ¿y la otra? ¿Se está cayendo o se la está calzando? Las sandalias tienen varios significados. El primero es el del absoluto respeto de Dios por la humanidad: "quítate las sandalias, pues la tierra que pisas es santa" (Ex. 3,5 y Jos. 5,15). El segundo es el de las dos naturalezas de Jesucristo: sin descalzarse de su divinidad se calza la humanidad. El tercero es curioso y exótico para nuestra mentalidad pero no para la bíblica-patrística: se trata de la dimensión esponsalicia. Cristo, el único que tiene el derecho de desposar la naturaleza humana. Juan el Bautista es mero "amigo del esposo", el esposo mesiánico que desposa la humanidad es Jesús. Por eso es que de acuerdo a la ley del levirato, el Bautista repite una y otra vez que "él no es digno de desatar la sandalia " que él "no es el esposo, sino el amigo del esposo".

En el verano, en el Sur, reina la plenitud, ha llegado la estación de los frutos, de los desposorios

10. ¿Qué hay en el Oeste, en Occidente? Nada, todo está vacío, al menos a primera vista. Estamos en otoño, las hojas se caen, el árbol queda desnudo, la cosecha tuvo lugar, los frutos han sido recogidos. Todo está como despojado. Se camina hacia el atardecer, hacia la vejez ¿vencerá la muerte del invierno? Por la Cruz hacia la Luz. Vamos hacia la Resurrección Pentecostés, a través de la Pasión y la Muerte.

11. Completado nuestro recorrido llegamos nuevamente al Norte. La noche del invierno y de la muerte no puede ya asustarnos. Toda noche, toda muerte ha sido vencida en la Pascua de Cristo. La madre de todas las vigilias, la Vigilia de Pascua alumbrada por la Resurrección, iluminada por el fuego nuevo y el cirio y cantada con lo mejor de la vena poética de la Iglesia en el Exultei, nos lo hace patente. La vida ha vencido a la muerte: "¿dónde está muerte tu victoria, dónde tu aguijón ? El Norte, el invierno de nuestro icono no son ya tinieblas y sombra de muerte. Cruz y Estrella no se persiguen, coinciden. Cristo es el amor del Padre derrochado en favor nuestro por medio del Espíritu. Las aguas de todos los torrentes no podrán apagarlo ni negarlo, porque el Amor es más fuerte que la muerte. Si seguimos en estado de "Vigilia", atisbando el retorno del Ungido, es como eco, cuna y anticipo ya gozosos de esa presencia sin fin, cuando "enjugada toda lágrima, todos juntos, con María, lo contemplaremos cara a cara".

La Pascua de Cristo es ya nuestra Resurrección. El icono es ventana de Cielo (el color oro es el color de Dios, "del Anciano de días" de Daniel y del Apocalípsis). María, -y en ella la humanidad, la Iglesia en segura esperanza- porque la Alianza es Nueva y Eterna, están ya divinizadas. María ha vivido ya su Pascua. Cristo recorrió el camino con y por nosotros. En nosotros, según el estadio de nuestra edad en el Espíritu, Cristo desgrana y recorre, del Norte al Sur, del Oriente hasta el Ocaso el camino de su Pascua y de la nuestra, ofreciendo ese Sacrificio sin ocaso que es una permanente espera (Adviento), un continuo Nacimiento, que avanzado a través de la cuarentena de la plenitud (Cuaresma) se hace Pascua nueva y eterna.

Max Alexander.OSB
Monasterio Benedictino
Tupisy María
Santiago (4680)
Misiones-Paraguay

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Ciencia y Fe
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13 de julio de 2006