Dios y la dignidad humana

DIOS Y LA DIGNIDAD HUMANA

"La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios. Desde su mismo nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios. Existe pura y simplemente por el amor de Dios, que lo creó, y por el amor de Dios, que lo conserva. Y sólo se puede decir que vive en la plenitud de la verdad cuando reconoce libremente ese amor y se confía por entero a su Creador".

Este párrafo del documento Gaudium et Spes (nº 19) es de una riqueza insondable. Es hombre posmoderno está desconcertado, distraído en la liviandad pero en búsqueda. El sentido de su propia vida lo interpela en lo íntimo de su corazón. Cautivado por la aceleración tecnológica y deslumbrado por las posibilidades que la globalización ofrece, igualmente no deja de plantearse los grandes interrogantes de todos los tiempos. Y tampoco deja de anhelar la felicidad, una felicidad que le es escurridiza, que parece poder alcanzarse con los medios mundanos pero que por este sólo camino nunca llega.

Únicamente el amor es capaz de colmar y dar paz al ser humano. Ni la tecnología, ni los avances científicos, ni siquiera los legítimos placeres que nos ofrece la vida pueden satisfacer el deseo de plenitud que tenemos.

Tampoco este deseo se calma con un cumplimiento legalista de los mandamientos. Juan Pablo II bien nos lo grafica en su encíclica Veritatis Splendor (nº 16), cuando meditando sobre el pasaje del joven rico expresa: "aún falta algo: comprendiendo la nostalgia de una plenitud que supere la interpretación legalista de los mandamientos, el Maestro bueno invita al joven a emprender el camino de la perfección: "Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme" (Mt 19, 21).

Si los hombres cultiváramos una fe más fuerte podríamos conocer aquel amor que viene de Quien nos creó. Se trata de vivir, como dicen los padres conciliares, la plenitud de la verdad para reconocer libremente el amor y confíarse por entero al Padre providente.

Guillermo Cartasso


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actualización: 16 de mayo de 2009